Cuando nos enfrentamos a una entrevista de trabajo, tanto o más importante que nuestro currículum es la imagen que proyectamos. Tener unos estudios acordes al tipo de trabajo que estamos intentando acceder, junto a la experiencia o el conocimiento de idiomas son esenciales para optar a ese puesto de trabajo, pero nuestro aspecto, la forma de comunicar y, en esencia, el lenguaje no verbal es lo que en muchas ocasiones acaba marcando la diferencia. En tiempos de pandemia, en los que el uso de la mascarilla es obligatorio y tenemos que portarla incluso en nuestro puesto de trabajo, la mirada se convierte en el factor esencial a la hora de comunicarnos y saber utilizarla nos puede ayudar mucho a la hora de diferenciarnos de nuestros competidores. Ya dicen que la mirada es el espejo del alma y ahora que no podemos valernos de la sonrisa, este mantra se cumple más que nunca. Además, gracias a la mirada somos capaces de trasmitir nuestros sentimientos, no podemos esconder lo que realmente nos pasa, captamos la atención de nuestro interlocutor e incluso podemos llegar a saber si podemos confiar en la persona con la que estamos manteniendo una conversación.
Pero cuando hablamos de la mirada no nos estamos refiriendo únicamente a los ojos, sino que los párpados y las cejas también aportan mucha información. Esto lo conocen muy bien los profesionales de Estética Ocular, quienes ayudan a numerosos pacientes a rejuvenecer su mirada con técnicas innovadoras. Como ellos mismos apuntan, “pequeños cambios anatómicos que se producen con el paso del tiempo modifican la impresión que producimos en los demás, por eso es tan importante la corrección estética de todos los defectos perioculares”. Pero, ¿cómo nos afectan esos cambios anatómicos de los que hablábamos? Los párpados caídos nos dan aspecto de cansancio o somnolencia, la caída del ángulo externo del ojo da aspecto de tristeza y melancolía mientras que la retracción palpebral propia de los problemas de tiroides da una impresión de “susto” a nuestra mirada.
Usar la mirada en la entrevista de trabajo
Pero afortunadamente existen muchos trucos y consejos para lograr comunicar todo aquello que queremos con unos simples gestos. Mantener la mirada de forma natural -con ocho segundos es suficiente- es clave en cualquier conversación para trasmitir seguridad, interés y confianza, máxime cuando se trata del encargado de recursos humanos o del jefe con el que vamos a compartir la mayor parte de nuestra jornada laboral. Si eres de los que se siente incómodo manteniendo la mirada, uno de los trucos más utilizados es el de mirar a la frente de nuestro interlocutor: da la sensación de que le sigues mirando a los ojos mientras generas un clima de empatía. Lo mejor es no apartar la mirada en ningún momento y, mucho menos, mirar al suelo o a las posibles distracciones que haya en la sala (cuadros, muebles, ventanas…), ya que puede trasmitir dejadez, falta de interés o inseguridad.
Además, estos consejos también son aplicables a las entrevistas de trabajo que se realizan de manera telemática, en cuyo caso es imprescindible mirar a la cámara con la cabeza erguida.
El lenguaje no verbal, otro factor a tener en cuenta
Aunque la mirada es importante a la hora de comunicar, no es el único factor que ayuda a determinar la imagen que ofrecemos de nosotros mismos. De hecho, es habitual que uno de los entrevistadores tenga conocimientos de lenguaje no verbal y el color de la ropa, los gestos e incluso el timbre de nuestra voz cuentan. Hablar demasiado deprisa o lento, gritando o muy bajo puede denotar nerviosismo, agresividad o inseguridad. En cuanto a la vestimenta, esta tiene que ser acorde a la imagen corporativa y evitar accesorios o símbolos que puedan comunicar algo diferente a nuestro objetivo. Los colores, además, aportan mucha información y generan emociones en nuestro interlocutor de manera que el negro trasmite autoridad y poder, el blanco denota pureza y pulcritud y el azul es sinónimo de lealtad, confianza y tranquilidad.
Se debe evitar a toda costa cruzar los brazos, los aspavientos, los bufidos o incluso las muletillas, así como los tics (morderse las uñas, arreglarse el pelo, tocarse la oreja o el cuello, meter las manos en los bolsillos o taparse la cara con las manos). También es importante no mostrar nuestro nerviosismo ni la ansiedad, por lo que hay que cuidar detalles como los picores, los carraspeos, el sudor de manos, la taquicardia o la insuficiencia respiratoria. Con todos estos consejos, solo queda relajarse y demostrar lo mejor que podemos ofrecer.