22140 (1)

Ansiedad podemos tener todos

Somos muy dados a decir que tenemos ansiedad. Comemos por ansiedad, hablamos rápido por ansiedad, estamos hiperactivos por ansiedad… En cierto modo, puede ser cierto que realicemos ciertas conductas porque nos sentimos ansiosos. A todos nos ha pasado o puede pasar en cualquier momento de la vida. Ahora bien, es fácil confundir una crisis de ansiedad en un determinado momento, con padecer un trastorno de ansiedad con todas las letras. La importancia del segundo, prima sobre el primero. Por lo que deberíamos tener clara cuál es la diferencia y actuar en consecuencia.

En consecuencia, podemos y debemos decir que un ataque o crisis de ansiedad, se produce cuando de forma súbita y muy intensa, se experimenta una sensación de miedo y angustia que se acompaña de diversos síntomas físicos de notable intensidad. Se estima que hasta un veinte por cien de la población o ha padecido algún ataque de ansiedad o puede padecerlo en algún momento de su vida. Debido a la intensidad de los síntomas, es fácil que quien lo padece tema por su vida. Sin embargo, hay que señalar que ansiedad, tenemos todos, aunque cada uno en una medida y diferentes formas. De hecho, la ansiedad puede resultar útil debido a que estimula y hace que las personas estemos alerta y rindamos más.

Continuamente, se producen casos de personas ansiosas ante situaciones difíciles que son capaces de resolver el problema antes que los demás, sacan mejores notas en el colegio, etc. Por otro lado, cuando esta ansiedad es demasiado intensa o se produce cuando no procede, resulta muy limitante. Como por ejemplo en los casos de ataques de pánico. Cuando la ansiedad viene de golpe y se muestra con mucha intensidad, como nos comentan los profesionales de Haya Psicólogos, psicólogos en Getafe, añadiendo que cuanto más se pretende controlar los síntomas, más conscientes somos de que no podemos, aumentado la ansiedad. Es decir, cuanto más tratamos de controlar la emoción, más pendientes estamos y acaba por generar más ansiedad.

Necesidad de controlar lo incontrolable

Resulta irónico que las personas ansiosas tengan la necesidad de tenerlo todo bajo control. Pero cuando se produce la ansiedad transformada en ataque de pánico, ese control es difícil de aplicar. Lo único que podemos controlar, es la manera en la que afrontamos el miedo que nos provoca para evitar que se convierta en algo limitante y prevenir su aparición. En ocasiones no se trata tanto de controlar la ansiedad como de conseguir centrarse en lo que se está haciendo y dejar que pase. Algo que en la práctica, no resulta tan sencillo. Podríamos decir que se consigue a base de entrenamiento. A más de uno o una le sonará eso de si tienes ansiedad, siéntate y respira. Para ser honestos, esto no siempre funciona en el momento y, ni mucho menos, va a ayudar a perder el miedo a largo plazo. Quizá, lo mejor sea no aprender tanto a controlar, sino aprender a controlar menos.

Lo fundamental es determinar el factor que desencadena la crisis de ansiedad. Algo que normalmente se produce en una situación que seguramente ya hemos identificado como peligrosa. Por poner un ejemplo, si se produce la crisis al coger un ascensor, podemos determinar que el ascensor puede ser un posible factor desencadenante. Esto puede hacer que evitemos el ascensor para evitar la crisis o hacer que se presente si lo cogemos. Lo que nos lleva al pensamiento que puede desencadenar la crisis: ¿si cojo el ascensor y me da ansiedad? De manera que se encienden las alarmas e incrementa la posibilidad de sufrir un ataque de pánico que de otra manera no se habría presentado.

En definitiva podemos decir que tenemos la alarma del peligro demasiado fina, siendo la respuesta, que en otras ocasiones puede resultar útil, demasiado intensa o a destiempo, limitando nuestra vida cotidiana.

La ansiedad tiende a anticipar un futuro catastrófico que no se ha cumplido y no tiene por qué cumplirse. En otras ocasiones, a la persona le cuesta identificar el desencadenante, lo que en psicología se denomina como crisis inesperadas. Cuando esto se produce, el detonante puede ser una sensación física, por ejemplo falta de sueño y cuerpo extraño, la menstruación en las mujeres, un ruido fuerte o situaciones emocionales como ver una película. Todas estas acciones o factores, alteran nuestro cuerpo y son posibles detonantes. De ahí que controlar un ataque de ansiedad sea tan difícil, vienen cuando quieren y, de hecho, cuanto más tratamos de controlarlos, más nerviosos nos ponemos. A mayor nerviosismo y atención sobre los síntomas, más ansiedad. Por lo tanto, repetimos que lo único que se puede controlar en este sentido, es la manera en que afrontamos el miedo que nos provoca la ansiedad.

Dado que los síntomas de una crisis de ansiedad pueden variar en función de la persona, debemos prestar atención a los que si se producen de forma generalizada. Se trata de síntomas muy parecidos y bien descritos en la literatura médica. Un ataque de pánico o crisis de ansiedad, es una respuesta adaptativa de nuestro cuerpo frente a una situación de peligro, es decir, una respuesta que puede ser útil ante un peligro, puesto que nos prepara para la lucha o la huida. Sin embargo, en el caso de que se produzca una crisis, la respuesta salta en el momento equivocado y de forma desproporcionada, lo que nos asusta más que la situación en sí. A pesar de lo desagradable e irracional de los síntomas, hay que dejar claro que no son peligrosos, puesto que se trata de una respuesta programada para salvarnos la vida ante la exposición a un peligro real.

Síntomas de una crisis y su prevención

Como ya hemos comentado, los síntomas pueden variar de una persona a otra. Incluso en la misma persona pueden darse diferentes síntomas en una crisis que en otra. Aunque de forma generalizada se trata de síntomas muy parecidos, sabemos que en nuestro organismo se activa todo lo necesario para salvar la vida en caso de peligro. El corazón que parece salirse del pecho y puede presentar taquicardia o palpitaciones, subida de la tensión, etc.; la respiración se acelera con la consiguiente sequedad de boca, hiperventilación que puede inducir un mareo; la tensión muscular aumenta, hasta puede causar temblores, inquietud o rigidez; aparece visión borrosa o sensación de irrealidad (se dilatan las pupilas para centrar la atención en el punto de peligro). Al mismo tiempo, se desactivan funciones que se tornan innecesarias en ese momento, como por ejemplo la digestión lo que puede provocar nauseas o diarrea.

Al hablar de una crisis de ansiedad, lo que hacemos es referencia a un episodio o estado de alto nivel o extrema ansiedad. En muchas ocasiones, este tipo de episodios, pueden producirse de manera abrupta sin que se produzca un desencadenante en concreto, aunque en la mayoría de las ocasiones, se produce por la presencia de un factor estresor o una situación ambiental en particular. En líneas generales, una buena manera de prevenir un posible ataque de ansiedad, es hacer prevención de la presencia de la ansiedad. Para lograr esto, dejamos unos consejos básicos que proporcionan unos hábitos y estilo de vida saludable, lo que contribuye a mantener la ansiedad a raya en determinados aspectos:

  • Mantener una alimentación sana y equilibrada, rica en vitaminas, minerales, antioxidantes, triptófano y ácidos grasos omega 3, entre otros nutrientes. Estos contribuyen a mantener una buena salud física y mental.
  • Realizar actividad física de forma regular.
  • Mantener un sueño reparador de siete u ocho horas al día.
  • Evitar el consumo de tóxicos y alcohol.
  • Mantener una buena red de relaciones sociales.
  • Realizar ejercicios básicos de relajación como la respiración abdominal.

Una vez que, inevitablemente, se produce la crisis de ansiedad, lo mejor es dejar que pase. Aunque depende en gran medida de la situación o del tipo de solución que se busque, una vez que se produce, no suele resultar nada. Lo ya citado de “siéntate y respira”, puede funcionar y proporcionar cierta calma. Pero como ya hemos dicho, puede provocar peores resultados. Otra opción posible es tomar algún ansiolítico, aunque se trata de un parche puntual que no va a eliminar el problema ni evitar que el ataque vuelva a producirse.

Como bien sabemos, las sensaciones asustan y el miedo se mantiene cuando lo evitamos o huimos, por lo que a largo plazo, lo que mejor funciona es afrontar los síntomas y situaciones de otra manera. No se trata tanto de controlar esos síntomas incontrolables, como de centrarse en lo que nos mantiene ocupados en el momento en el que se produce el ataque y dejar que todas esas incomodas sensaciones, pasen. Ignorarlas de algún modo mientras se suceden es la mejor manera de que desaparezcan. Mientras estemos pendientes de ellas, más poder les concedemos y más tiempo perduran en nuestro cuerpo.

Además de saber afrontar ese momento difícil en el que se produce la crisis, tenemos que hacer una serie de cosas que nos permitan estabilizar nuestro estado de ánimo y nuestro nivel de ansiedad normal. De esta manera si es posible prevenir los ataques de pánico. Por lo tanto, para los ataques de pánico o crisis de ansiedad puntuales, lo mejor, enfrentarse a ellos y no tratar de taparlos. Dejar que pase el mal rato y procurar tomar medidas para evitar que se produzcan nuevamente.

ÚLTIMOS ARTÍCULOS

CATEGORIAS

compartir

Más artículos que pueden gustarte