Tengo que reconocer que soy de esas personas que no le gustan los cambios. Os pongo varios ejemplos. Cuando tengo que cambiar de teléfono móvil, porque ahora ya no son como los de antes, siempre es una odisea. Eso de poder perder las fotos, las aplicaciones y de tener que meter de nuevo las contraseñas de seguridad es para mí un martirio. Lo mismo me ocurre cuando tengo que cambiar incluso de supermercado. Me acostumbro a unos hábitos y es muy complicado sacarme de ellos. Pues bien, ya os podéis imaginar cuando me toca hacer algo de mayor tamaño. Por ejemplo, la reforma de una casa.
Y en estas estábamos cuando un buen día unos amigos me dijeron que mi casa ya no daba para más, que tenía que hacer una reforma integral por varios motivos. El primero, por mi salud, ya que en cualquier momento se me podía venir abajo. El segundo, porque si en un futuro yo quería vender o poner en alquiler esa casa, no iba a poder sacar nada por ella. Todo lo contrario si hacía una obra, ya que se me iba a revalorizar. Por supuesto que, fiel a mi estilo, dije que no. Sin embargo, luego, poco a poco, lo fui pensando.
Y de repente llega ella a mi vida
La verdad es que, quizás por mi edad, yo siempre he sido reacio a realizar cambios en mi casa. He vivido en el mismo lugar durante años y me resulta difícil imaginar algo diferente. Creo que eso tiene un nombre en la psicología. Sin embargo, en esta historia apareció una chica que lo cambió todo. Mi pareja Marta, que estaba cansada de la misma decoración y me sugirió que contratáramos a un reformador de interiores para darle un aire fresco a la casa. Yo nunca se me había pasado por la cabeza, pero claro, de repente llegó ella.
Al principio, y como tiene que ser en una persona de mi estilo, dije que no. No quería gastar dinero en algo que yo consideraba que era innecesario. Pero mi querida Marta finalmente me convenció para que al menos conociéramos a un reformador de interiores para ver qué ideas podía aportar.
Y de repente llega él a mi vida
Fuimos a una entrevista con Sebastián Bayona, un reformador de interiores con una amplia experiencia en el campo y que la verdad de primeras ya me pareció que era una estrella de estas cosas. A medida que él nos mostraba sus ideas y nos hablaba de cómo podía transformar mi hogar, me fui convenciendo de que esto era lo que había que hacer. Este profesional con una dilatada carrera nos presentó algunas características que podrían mantener la esencia de la casa, pero agregando un toque moderno y funcional. Y yo en estas cosas la verdad es que ando perdido, pero cuando alguien te abre los ojos, tengo claro que hay que seguir por este camino.
Al final, y después de una charla de pareja de esas que son constructivas, decidimos contratar a Sebastián Bayona para que renovara nuestra casa. A medida que avanzaban los trabajos, yo me iba dando cuenta de que había tomado la mejor elección. Incluso llegué a estar emocionado con los cambios que estaban ocurriendo en mi casa. Una combinación perfecta entre los elementos tradicionales de la casa con toques contemporáneos, creando un ambiente acogedor y elegante. Pues sí, la verdad es lo que yo siempre había querido, pero que no lo hacía por no dar el famoso paso del cambio.
Y cuando vi el resultado final, pues la verdad es que me di cuenta de que los cambios no solo habían transformado mi casa, sino también mi propia forma de pensar. Me di cuenta de que los cambios no siempre eran negativos, y que a veces pueden resultar en algo maravilloso. Sin tener que ir a un psicólogo había acabado con mis fobias a lo nuevo. ¿Cómo? Pues yo creo que echándole valor y viendo que todo es posible en esta vida.
Desde ese momento, mi mentalidad ha cambiado y ahora estoy más abierto a las ideas de renovación y cambio, y me he convertido en un defensor de la importancia de mantener un casa actualizada y acogedora. Ante todo quiero agradecer a este reformador tan profesional por enseñarme la importancia de adaptarme a los nuevos tiempos. Mente abierta es lo que he prometido a mi gente que voy a tener a partir de ahora. Y sobre todo, sin miedo a los cambios. ¿me entiendes?